El ejercicio del poder provoca una inevitable degradación entre aquellos que lo detentan. El poder tiene un efecto narcotizante parecido al de los alucinógenos.
Hay quien asigna a las drogas visionarias un
valor de tipo espiritual e incluso religioso, inspirado casi siempre
por culturas primigenias donde el uso de este tipo de drogas estaba
integrado en un contexto chamánico. Se las denomina plantas de poder, maestros vegetales, drogas visionarias o enteógenos.
Este tipo de sustancias revelan y generan la divinidad en el interior de quienes las consumen.