viernes, 10 de febrero de 2012

Manolo.



Cuando se avecinan tiempos electorales, estos territorios del conurbano se asientan sobre el más turbio de los suelos. Acá se labura para el que la pone, y si el que la pone es Magoya, vamos todos con Magoya… Pero si Magoya se hace el pelotudo y no cumple con lo que promete (digo, a los muchachos, no a la gilada), a la mierda con Magoya y nos ponemos la botellita de Ayudín en el techo para que cualquiera sepa que puede contar con nuestros servicios.

Al parecer, en Lanús, la cosa con Manolo ya no da para más. Son varios los que se lo quieren cargar, empezando por el Presi –dicen- pero nadie sabe como. O sí saben pero dicen que es complicado, y que va a armar quilombo, y que se yo cuantas boludeces más.

A nosotros esas cosas no nos importan y por eso cuando el Gordo nos llama, refunfuñamos un poco pero terminamos agarrando, porque el Gordo paga. Y paga bien.

¿Por qué Lanús y no Avellaneda? Porque en Avellaneda las cosas están más claras y no hay tanto entrevero. En Lanús en cambio, buscan hasta debajo de las piedras a los audaces que se animen a hacer campaña en contra de Manolo. No es joda eso.

Por medio de Maciel entonces, conocimos a uno que dice que responde directamente al Presi, que quiere ser Intendente y que anda reclutando gente para sumarse al “proyecto”. Me pregunto que carajo será lo que llama “proyecto”, porque hay que ver la cara que pone el tipo cuando dice “proyecto”. Parece que está por cantar el himno. Se pone serio e imposta la voz: “El Proyecto”, dice. Un pelotudo importante.

Me falta gente para el lado de Chingolo, nos dijo el kirchnerista este.

-Está todo copado por el viejo ahí –el viejo debe ser Manolo, suponemos-, así que ustedes me vienen bárbaro: están cerca, conocen la zona y parece que se la bancan.

No sé que quiso decir con “se la bancan”. Me imagino que a pelotudos como él nos tenemos que bancar y por eso “nos la bancamos”.

Después de esa reunión, el gordo Maciel cerró los números con el gilazo ese y nos llamó.

Estábamos Papeluchi, yo, Roberto y un par de pibes del barrio.

Había que hacer pintadas sobre Donato Álvarez y pegar unos mil afiches por donde se nos cantaran las pelotas. Decidimos que era mejor salir a pintar primero. Una porque al boludo este no lo conoce nadie, entonces escribiendo su apellido junto al de Scioli y al del Presi (o Cristina), calculamos que alguien lo iba a registrar; y la otra es que con la cantidad de ilusos que piensan suceder a Manolo, todo Lanús está empapelado con afiches, afichitos y afichotos de todos estos apóstoles de la democracia. Que no leyeron ni Comunidad Organizada estoy seguro, ahora eso sí, son todos re peronistas.

Hacía mucho frío la noche que salimos a pintar. Cal y Ferrite azul y negro. La pasamos bastante mal pero un par de vinos paliaron la situación. Un par de horas paseamos con la camioneta que consiguió el Gordo. Pintamos y nos fuimos a dormir.

Al otro día, el Gordo Maciel nos vino a decir que el Fulano este había llamado emocionadísimo. No podía creer ver su apellido impreso en los paredones más visibles de Chingolo. Ni que se llamara Perón o Cooke el tipo. Tiene un apellido más ridículo e insignificante que cualquiera que uno se pueda imaginar. Encima pidió nombre y apellido, porque no tiene apodo. ¡Error viejo! ¿Cómo pretende ser intendente sin sobrenombre?

Eso no es de peronista. Es de advenedizo. A veces confunde la gente.

La cosa es que después de las pintadas nos esperaban los mil afiches con su cara y el fotomontaje con la mirada esquiva del Presi.

Un par de fríos después arreglamos para salir de pegatina. Julio no aflojaba y hasta tuvimos que suspender la noche que habíamos programado porque justo ese día se le ocurrió nevar al Gran Buenos Aires. Un espectáculo decían en la tele, mientras en el barrio las viejas ya no sabían adonde meterse para que no se les congelen los pies.

Dejamos pasar un par de días a ver si amainaba pero nada, así que decidimos que había que hacerlo igual. Una tarde, no me acuerdo si miércoles o jueves, Papeluchi me llamó para avisar que esa noche se hacía. Puta que lo parió. Yo que justo estaba arreglando para ver a la chica que quiere escribir la historia del rock, tuve que suspender para otra oportunidad. Ella, lo más bonito que le dio Dock Sud al mundo, entendió la situación. Eso sí, no me llamó más. Una pena.

Me pasaron a buscar los muchachos alrededor de las nueve y media para ir a preparar el menjunje al local. Insisto, seguía haciendo frío. De locos.

Tomamos mate mientras armábamos la mezcla. Hicimos dos, una clásica como en los viejos tiempos, con engrudo y soda cáustica, y otra re moderna, con un líquido gomoso que pega todo y se tira con un rociador.

Salimos cuando la térmica de Crónica TV marcaba dos tres. Terrible. Para esa vez no hubo camioneta. Tuvimos que arreglarnos con el Renault 12 que maneja Roberto. Por supuesto que el gas estaba incluido en los honorarios. De pedo que había gas, porque antes de salir veíamos en Crónica a los tacheros puteando que en la Capital ya lo andaban pijoteando. Esta vez era diferente. Había que hacer Alsina y Lanus centro. Sin fierros, ordenó el Gordo. El boludo este no quiere kilombos, nos aclaró enseguida.

-Si la vienen a pudrir, hacemos como que nos comemos los mocos ¿Ta claro? –. Completó.

Hicimos primero Valentín Alsina. Habremos salido de Corina a las once.

Ni un colectivo cruzamos en el camino. Pensé en la gente que a esa pudiera estar volviendo de algún laburo. Un espanto. Íbamos con el Oso, un pibe del barrio que nada que ver con el peronismo. Es de izquierda, pero se copa porque tiene buena onda y porque además necesita la guita y nosotros a él, porque podíamos ir sin ferretería pero al menos necesitábamos a uno que se la aguante en serio. El Oso se puede comer con la mano de a tres. No saben lo que es el tipo, lo he visto pelear. Una fiera.

Mientras con el cepillo empapaba los afiches de abajo para pegar los “nuestros”, extrañaba a la chica que quiere ser periodista. Soy una buena nota, pensé. En esta situación, doy justo para el programa de Gastón Pauls o el de La Liga. Madrugada en el conurbano, pegatina justicialista rentada. Todo un titular. Re publicable, como ella dice.

A medida que la noche se hacía profunda, nosotros nos adentrábamos en los precipicios de Lanús. Calles que nadie conoce, veredas en disputa y esquinas sin dueño. Bah, eso es lo que nosotros creíamos. El Oso iba entusiasmado con el balde porque para él esto era toda una aventura. Se cagaba de risa y nos cargaba.

-Boludos… ¿se creen que este tipo les va a dar laburo? Jajaja!- se burlaba– Estos garcas ubican a todos sus familiares y a ustedes los van a mandar a estacionar coches sobre Pavón.

Nadie le contestaba porque algo de razón tenía.

Mientras, andaba con el balde y un rollo de carteles debajo del brazo. Iba y venía de una vereda a otra. Parecía una criatura jugando al ring-raje. En una esquina apropiada, embadurnó la cara de Manolo con el engrudo y empezó a desenrollar uno de los afiches que tenía que pegar. En eso, sentimos titilar una par de luces altas hacia nosotros. Más precisamente hacia donde estaba el Oso. Ya había terminado casi. Faltaba nada más terminar de apoyar el papel en el 2007 y pasar a otra pared. Un auto, y del lado del acompañante una voz ronca que asomaba al frío de la intemperie urbana que nos envolvía.

-Eh, nene! ¿Qué tapas?

El silencio que hicimos fue proporcional a lo inesperado de la situación.

Más de uno pensó ¡Cagamos! O algo por el estilo. Era tarde, no había motivos para generar una riña sin sentido. La situación en sí era absurda.

¿Qué tenía que hacer un auto a esa hora vigilando lo que nosotros hacíamos?

-Si nene, a vos te digo ¿Qué tapas?- Repitió la voz aguardentosa desde el vehículo.

Sin obtener respuesta nuestra ni del Oso, el conductor bajó las luces y el que gritaba sacó la cabeza por la ventanilla. Ahí pude ver el auto. Un Ka gris.

-¿Manolo? –Preguntó estupefacto el Oso.

-Si nene ¿Qué tapas?- Reiteró el viejo.

Increíble. El viejo. El mismísimo Manolo en persona, a la una de la mañana patrullando las calles del feudo para ver que las paredes que responden a él no fueran ensuciadas por ningún inexperto a sueldo.

-No…no…-tartamudeó el Oso.- Usted sabe cómo es esto Manolo… nos pagan… hoy para este mañana quien sabe… por ahí para usted…

Ineficaz. La incompleta excusa del Oso engordaba las razones del viejo.

-¿Vos me estés cargando? Yo sé muy bien para quien laburan ustedes.

-No… no… Manolo… déjeme que le explique…-Seguía el Oso.

-Mirá, háganme un favor, mándense a mudar y díganle al boludo ese (señaló el afiche) que no joda.

-Sí, sí –Se comprometió el Oso.

Cuando quisimos acordar, estábamos enrollando los carteles que teníamos en el suelo y nos tomábamos el palo en el Renault de Roberto. Éramos cinco tipos y ninguno, salvo los nerviosos pretextos del Oso, pudo decir nada.

Nos fuimos silbando bajito mientras veíamos como el viejo y su chofer se bajaban del Ka con las luces altas otra vez encendidas y arrancaban con saña pero sin hacer demasiado esfuerzo, el húmedo fruto de nuestro trabajo.

-Y agradezcan que no llamo a los muchachos de la catorce-, sentenció indulgente, mientras nos subíamos al auto para volver a Corina con la cola entre las patas.